Catacumbas, laberintos, miedos, odios y rencores te circundan,
pero tu luz como una constante hermosa prevalecerá.
Libia A, Oleo 41 x 52 cm
Cuenta la leyenda que los dioses del Olimpo, queriendo vengarse
de Prometeo y los hombres,decidieron esconder la felicidad,
donde el hombre nunca pudiese encontrarla.
Con mucha astucia los dioses deliberaron y escogieron un sitio recóndito,
inesperado, e inexplorado.
Los dioses decidieron esconder la felicidad, dentro del hombre mismo.
Allí en lo profundo de su corazón mora esencia de luz,
cúmulo de paz, sabiduria infinita, serenidad, amor, y verdad.
La buena nueva es que “el que persevera: alcanza”,
y siempre que nos quede una migajita de esperanza
y un rasguñito de voluntad, siempre podemos volver a intentarlo,
siempre podemos despojarnos de la pesada y tediosa carga,
y correr ligeros hacia la luz, o al menos continuar la búsqueda.
La luz, esta siempre allí, habita en nuestro interior, esperando ser encontrada,
pero el mundo y sus triquiñuelas alucinantes, los viejos patrones heredados o
adquiridos y por siempre cultivados nos alejan de su fuente.
A veces… en algún recodo del laberinto, ciegos en las sombras, percibimos
su resplandor y por un momento como diamantes brillamos bajo su influjo
pero un paso en la dirección equivocada y hemos perdido la luz.
Transeúnte amigo mío, cuando mis palabras o mis acciones te hieran,
te pido por favor se paciente y tolerante conmigo, disculpa mi error.
Como tú, estoy tratando de aprender mi lección; ciega por el laberinto voy, no tengo lazarillo, voy tratando de encontrar mi luz.
Cuando de mi boca brote palabra de discordia, sarcasmo, sátira o desamor,
debes saber que ésta no proviene de mi corazón, proviene de la angustia de haber errado el paso y de no encontrar mi luz.